jueves, 4 de octubre de 2007

DEL AMOR Y OTRAS YERBAS II

Amor, otra vez el amor….
Introducción informal al deseo de escribir nuevamente sobre el amor
“El amor es una cuestión de coordinación,
no alcanza con encontrar a la persona adecuada,
sino es en el momento oportuno”

2046 LOS SECRETOS DEL AMOR

Amigo lector:
Ha pasado poco mas de un año de la última vez que me senté a escribir para ti sobre el tema. En aquella oportunidad me despedí prometiendo que algún día, te diría algunas cosas más…¿ lo recuerdas? Tal vez hoy, sea ese día.
En esta ocasión, siguiendo mi habitual desorganización y mi incapacidad para presentar mis ideas de un modo acabado y coherente, he decidido presentar mis escritos tal como se me han ido ocurriendo. Son tres artículos totalmente independientes entre sí, se pueden leer en cualquier orden y hasta se podrían publicar como tres pequeños trabajos bien diferenciados. Pero su cercanía en el tiempo de concepción, la temática que los enlazó y esta mismísima introducción, los convierte en parientes que al menos por esta vez, se verán juntos como si fueran uno y el mismo trabajo.
El primero de ellos, intenta una reflexión acerca de los fenómenos de amor vía internet, es un escrito breve que me resulta muy simpático pues se apoya en una concepción bien Freudiana del enamoramiento para especular algo de lo que sucede con este tipo de amores en la red, hoy día tan populares.
El segundo artículo me gustaria referirlo como literario (aunque no lo sea) versa sobre la temática del desencuentro que se produce en la vida amorosa de los sexos, ensaya una explicación y busca una salida al enríedo en el que párrafo a párrafo me voy metiendo...
El tercero y ultimo de los artículos, el que cierra este trabajo, es un comentario del trabajo Freudiano acerca de los celos, la paranoia y la homosexualidad, así como también es un intento de aportar algo de mi propia creación...
¡Qué difícil es decir algo nuevo! A veces parecería que todo ya está dicho y uno no tiene más que contentarse con recorrer la huella que Otro alguna vez dejó... ¿¡Qué importa!? Persistiré una y otra vez en el intento de dejar, aunque más no sea, una pequeña marca que alguien, tal vez tú, amigo lector, algún día reconozca como mía.
Siempre me ha parecido extraño que dos personas se conozcan y se casen a través de la red. Canales de chat, nicks, horas y horas frente a la maquina, intercambio apasionado de mails y finalmente el esperado encuentro. Infinidad de relaciones amorosas de todo tipo comienzan de esta manera, muchas terminan incluso en el altar. Un capitulo aparte merecen los casamientos vía Internet. Pero la temática de los amores en la red, sean del tipo que fuere, me parece, merece estar hoy entre los primeros abanderados de nuestros objetos de estudio, y es que en los últimos 10 años, este tipo de noticias no han dejado de sorprendernos, los casos han aumentado significativamente y esto no parece tener vuelta atrás.
¿Qué puede aportar el psicoanálisis a la comprensión de este tipo de fenómenos? ¿Acaso podremos arrojar alguna luz, o contribuir en algo a entender lo que aquí planteamos? …Bien…no se pierde nada con intentarlo y la ganancia que podremos obtener si lo logramos considero justifica el esfuerzo.
Quisiera remontarlos a los planteos, a mi criterio, más originales de Freud con respecto al funcionamiento del aparato psíquico. Aquel punto de vista económico, un tanto dejado de lado luego de los descubrimientos y la relectura de la teoría psicoanalítica a la luz de los fenómenos lingüísticos estructuralistas.
Freud solía decir, cuando quería explicar las cosas de un modo sencillo, que el enamoramiento era una especie de rodeo que daba el sujeto en lugar de tomar el objeto deseado y saciar directamente su apetito sexual. Afirmaba que se trataba de una investidura de objeto de parte de las pulsiones sexuales cuyo fin no era otro que alcanzar la satisfacción sexual directa, pero que una vez lograda dicha satisfacción, la necesidad se extinguiría. Sin embargo, el hecho de saber que la necesidad mas tarde o más temprano volvería a despertar, tiene que haber sido, por fuerza, el motivo por el cual se vuelca al objeto sexual una investidura permanente, amándolo incluso en los momentos donde el apetito se encuentra ausente.
Estoy siguiendo a Freud párrafo por parrafo, Ahora bien, la historia del desarrollo por la que atraviesa la vida amorosa de los seres humanos viene a agregar un segundo factor, a saber, el niño quien, Edipo mediante, había encontrado un primer objeto de amor en uno de sus progenitores, habiendo reunido en él todas sus pulsiones sexuales que pedían satisfacción, no pudo sino renunciar a ellas vía represión. Quedando en lo sucesivo ligado a ellos, pero con pulsiones de meta inhibida. Los sentimientos que en adelante albergará hacia sus padres reciben la designación de Tiernos. Siendo las anteriores aspiraciones de tipo Sensuales conservadas en el inconciente con mayor o menor intensidad.
Al llegar la pubertad, se inician nuevas aspiraciones, muy intensas dice Freud, dirigidas a metas directamente sexuales. Se espera que la corriente tierna, “celestial” y la sensual “terrena” cooperen de modo que las pulsiones de meta no inhibida y la inhibida den lugar al enamoramiento. Enamoramiento que Freud opone al anhelo puramente sensual.
¿De qué manera reconoce Freud al enamoramiento? A saber, lo primero que distingue es el fenómeno de la sobreestimación sexual. El objeto amado goza de la exención de la crítica, sus cualidades son mucho más estimadas que en el resto de las personas de las cuales no se esta enamorado. Se ama sensualmente al objeto en virtud de sus excelencias anímicas. En pocas palabras, el objeto pasa a estar Idealizado.
Lo que Freud afirma, es que en el enamoramiento se produce una represión o posposición de las aspiraciones sensuales. Dichas aspiraciones que esforzarían hacia una satisfacción sexual directa pasan a un segundo plano. Al mismo tiempo nos dice que toda satisfacción sexual rebajaría la sobreestimación sexual.
Quiero que pongan especial atención en la teoría libidinal que utilizaba Freud para explicar estos fenómenos… “Discernimos que el objeto es tratado como el yo propio, y por tanto en el enamoramiento afluye al objeto una medida mayor de libido narcisista”. Aquí la imagen que utiliza es la de un reservorio de libido que pasa del yo a los objetos que se invisten. En el enamoramiento lo que se produce es un empobrecimiento del yo en beneficio del objeto amado. “…el yo resigna cada vez más todo reclamo, se vuelve mas modesto, al par que el objeto se hace más grandioso y valioso, al final llega a poseer todo el amor de sí mismo del yo, y la consecuencia natural es el autosacrificio de este. El objeto, por así decir, ha devorado al yo”.
Tenemos ahora algunas herramientas sobre la mesa para ensayar una explicación al fenómeno de los enamoramientos vía Internet. Veamos ¿ Qué nos ofrece la red?
Lo primero que salta a la vista es la ausencia de rasgos de nuestro objeto virtual de amor. Quedan fuera de juego, al menos en un primer momento la voz, la mirada, la sensualidad de los movimientos, el perfume (excluyendo con ello toda teoría naturalista hormonal de enamoramiento vía olfato). Lo que sí entra en juego es aquello que se escribe, ¿puro significante? Palabras, palabras (parole) que el futuro enamorado deberá creer o no para que algo del orden del amor se produzca.
Sin duda la pregunta por los rasgos aparecerá mas tarde o más temprano, cada quien interrogará por los rasgos que causen su deseo y la charla proseguirá. La curiosidad de los potenciales amantes llevara o no a corroborar aquellos rasgos mediante pruebas adicionales que refuercen la palabra. Fotos, chateo con cámara, envío de archivos con voz, conversaciones telefónicas y hasta encuentros efectivos. Sin embargo, para que se produzca el enamoramiento en algunos casos alcanza con la palabra. Y en otros hace falta un poco mas…
“Me gusta cuando callas… porque estas como ausente” Decía un gran poeta que algo sabía del amor. Siempre me pareció de lo más insultante la frase, a menudo me preguntaba si Neruda no había omitido un No delante…. Pero así era. El amor de Neruda era sin palabras, vaya a saber cual era el rasgo que veía en su musa inspiradora que apreciaba sus silencios.
Hay Algunos rasgos que causan el deseo, otros rasgos en cambio, es preferible no verlos. Internet, resulta así una forma interesante de filtrar rasgos no deseados. Cada uno ve, lo que quiere ver… Si el objeto no consigue destacarse por alguno de los rasgos que despiertan la complacencia del sujeto, enseguida es descartado y se relanza la búsqueda. Si por el contrario, capta la atención del sujeto, bastaran algunos rasgos mas para encender la maquinaria del enamoramiento.
Si toda satisfacción sexual con el objeto amado, reduciría la sobreestimación sexual. Internet se vuelve un sitio propicio para postergar dicha satisfacción. Las pulsiones de meta no inhibida, la corriente sensual no tiene otra alternativa que posponer su satisfacción mezclándose con la corriente tierna. El enamoramiento, quizás más puro, obtiene su vía regia para presentarse como el gran triunfador del juego.
- Todo muy lindo, pero a través de Internet no todo es enamoramiento- Diría un interlocutor atento. Es cierto, para que se produzca un enamoramiento por esta vía considero necesario que el rasgo que causa el deseo en ambos esté fuertemente ligado a la palabra escrita.
Cuando el anhelo es prevalentemente sexual, lo que prima es Internet como un paso previo al encuentro efectivo, sería un sistema de búsqueda donde también se pone en juego un potente filtro que intenta arribar al hallazgo de objeto con los rasgos que causan el deseo. Aquí la palabra escrita mas que un rasgo en si, es el medio para averiguar los rasgos deseados. Lo que interesa son las pruebas adicionales que puede ofrecer la red. Pruebas cuyo valor de verdad siempre resulta dudoso y sin embargo, permiten acercarse, previa cita claro está, al objetivo de la satisfacción sexual directa. En este caso, Internet se vuelve un medio mas, una forma mas de acercamiento para la vida amorosa de los seres humanos.
¿Qué es lo que hace a la red tan atractiva para que se produzcan este tipo de fenómenos? ¿Acaso es una moda? Las nuevas tecnologías, la curiosidad por los avances que trae aparejado el progreso, la necesidad de estar actualizado… no me parece una explicación suficiente para ensayar una respuesta tal.
En primer lugar, me parece importante aclarar que si bien es cierto que Internet llegó para quedarse, y se ha convertido en un medio mas de comunicación de los ya conocidos. No por ello, es universalmente preferido a la hora de la búsqueda de la media naranja. Mas bien me inclino a pensar que se trata de un medio ideal para refugiar a un sin numero de sujetos cuyo rasgo predominante es la inhibición.
El anonimato que ofrece Internet a la hora de entablar cualquier tipo de relación, pareciera que permite un despliegue discursivo muy particular en cada sujeto que a menudo suele diferenciarse bastante a la forma de manifestarse en el mundo que cada cual pudiera tener. Como si la ausencia de objetos como la voz y la mirada abrieran un campo distinto de relación con el semejante. O dicho al revés, como si la mirada y la voz del otro (¿Otro?) pudieran de alguna forma ser engañadas por un sujeto que juega a sentirse libre de ellas...
MARZO DE 2006
BREVE INTENTO DE APROXIMACION A LA PROBLEMÁTICA
DE LA DISCORDANCIA ENTRE LOS SEXOS
La publicación en la red de redes de mi trabajo anterior1, me ha puesto en contacto con una heterogenia cantidad de lectores que desde diferentes lugares me han hecho llegar sus preguntas y comentarios. Entre ellos, un colega ávido de investigación y saber2 a despertado en mí con sus perspicaces preguntas el deseo de indagar sobre la figura del hombre seductor. No puedo dejar de reconocer que sus mails han orientado de alguna manera mi pensamiento de tal forma que muchas de las ideas vertidas aquí proceden seguramente de bibliografía y de un recorrido que el colega ya ha venido haciendo con anterioridad, motivo por el cual, no podré citar con precisión el origen de tales conceptos y el lector más estudioso deberá conformarse con saber que proceden del mencionado intercambio epistolar cibernético.
Supongo que se preguntaran a qué me refiero cuando apelo a la figura del hombre seductor, en primer lugar, me gustaría traer a escena como corresponde, a los personajes que intervienen en el acto. Allí donde hay un seductor, debemos buscar también a la joven seducida. Sin esta dupla no podremos empezar a trabajar. Pero también, existe otra dupla que seria un crimen olvidar aquí, que es la del hombre enamorado y la mujer que nada quiere saber de eso. Y si, agregamos algunos condimentos a la historia, tal vez podamos hacer interactuar a los personajes y obtener un triángulo muy particular que dará cuenta de algún que otro deseo...
Quiero que se dejen llevar poco a poco por las imágenes que intento trasmitirles, para ello no encuentro nada más bello que recurrir a la literatura y recrear ante vuestros sentidos aquellos rasgos característicos de los personajes a los que preciso presten atención.
Hace un tiempo leí una novela francesa de un tal Gustave Flaubert, se trata de un clásico de la literatura universal titulado Madame Bovary, un relato cuyo preciosismo y nivel de descripción hacen de esta novela una joya para cualquiera que quisiera adentrarse en los misterios de la sexualidad femenina. Atención, adentrarse no significa resolverlos, no sé por qué lo aclaro, mas pretender resolverlos sería, además de un crimen, una necedad propia y recurrente de un hombre.
En aquella obra, se narra la historia de Emma, una joven que luego de casarse con Charles... se aburre. Sepan disculpar tan burdo resumen, lo que sucede en la novela no encierra otro dramatismo que ese profundo aburrimiento... no parece verse ningún signo de amor por Charles, Emma poco a poco encuentra otros hombres con los que juega peligrosamente sin ceder a ninguno... Como contrapartida Charles la ama profundamente, trata de darle todo, hasta lo que no posee... la ama de un modo que conmueve al lector...
La heroína es ella, la que se muestra infeliz e insatisfecha y sin embargo, verdaderamente viva. Todo es tan dramáticamente real que nunca se sabe que curso seguirá la historia. Emma en determinado momento conoce al personaje seductor de Rodolphe, algo en ese punto se trastoca... no voy a describir aquí todo lo que sucede, pero alcanza con que les diga que ella entrega su alma toda a ese amor... poco a poco, sale en ella otra mujer, una mujer cada vez más voluptuosa que se deja llevar por sus deseos hasta el punto de perderse entera en lo que Flaubert a mi gusto, retrata como lo mas maravilloso del amor femenino... Su amor toca el nervio mas sensible de lo que puede ser una entrega absoluta en cuerpo y espíritu a un hombre. No encuentro manera de trasmitir lo que allí se percibe, tendrán que leerlo... Lo que pronto sucede es que el seductor en cuestión, no esta claro si va perdiendo el interés a medida que Emma libera su amor o si llegado el punto de haber conseguido lo que quería, simplemente abre sus alas y echa a volar... Emma queda como vacía...
Quiero traer ahora otro texto, digamos, la contra cara de Madame Bovary. Será Kierkegaard a través de su libro Diario de un Seductor, quien aporte algunos rasgos de la figura que intentamos retratar. Allí, el personaje principal; Juan, nos dejará por un momento leer sus más profundos secretos quedando al descubierto el arduo y planificado trabajo que le llevó seducir a la joven Cordelia.
Juan se enamora al ver a tan maravillosa doncella, la ama sin conocerla, ella entra por sus sentidos. Poco a poco se acercará a ella de un modo en apariencia casual, sabe esperar el momento oportuno, se muestra paciente y frío con sus sensaciones en su actuar, pero describe en detalle el placer estético que logra encuentro por encuentro. Este personaje sabe disfrutar cada momento, no desea únicamente la posesión sensual de su amada, busca ir mas allá, calcula y planifica todos sus movimientos, sabe que no debe dejarse llevar por sus impulsos, pretende que sea ella quien lo desee, quien desee su ser, quien ceda y se abandone a él. Para este seductor la mujer es el objetivo de una estrategia erótica estudiada y prevista hasta en sus más mínimos detalles. El arte consiste en encantarla, palabras mediante, en un movimiento de aproximación para luego ir alejándose, hasta hacerla perder en ese punto limite de la turbación amorosa donde ella esta dispuesta a hacer cualquier tipo de sacrificio por él.
Lo que Kierkegaard nos trasmite con la imagen de este personaje, es justamente el límite que encierra ese refinamiento estético que lleva a Juan a gozar de cada instante de su trabajo de seducción. Se trata de un proceso que lleva el germen de su autodestrucción en el recorrido mismo, es un callejón sin salida que desemboca en el aniquilamiento de la relación amorosa. Juan sabe explotar al máximo cada sensación, conoce que el proceso concluirá irremediablemente en el aburrimiento, el suyo propio, o lo que es peor, el de ella. Solo un acto heroico de ruptura preservará ese amor intacto en el punto más elevado de su pasión.
Cordelia quedará con la duda acerca de qué fue lo que sucedió, se sentirá doblegada en lo más intimo de su ser, engañada y humillada pero al mismo tiempo profundamente agradecida. Su amor por Juan cobrara la más horrorosa intensidad allí cuando ya nada puede hacerse... Nada más escribir cartas que jamás serán respondidas...
Juan:
No te llamo mío, por que entiendo que tu nunca lo has sido, y, si un día me ilusione con este pensamiento, ahora he sido cruelmente castigada. A pesar de todo te llamo mío: mi seductor, mi embaucador, mi enemigo, mi asesino, origen de mi desventura, tumba de mi dicha, abismo de mi desdicha. Te llamo mío y me digo tuya, y si estas palabras un tiempo halagaban tu orgullo postrado en adoración ante mí, suenan hoy como una maldición contra ti, una maldición por toda la eternidad. ¡No te regocijes con el pensamiento de que yo tenga la intención de perseguirte o de armar mi mano con un puñal, y así merecer tu escarnio! Donde quiera que vayas, seguiré siendo tuya. Vete a los confines del mundo, seguiré siendo tuya. Aunque ames mil mujeres seguiré siendo tuya. Las mismas palabras que utilizo contra ti demuestran que soy tuya. Tu te has atrevido a engañar a una criatura hasta el extremo de que eras todo para ella, hasta el extremo de que no había deseado otra alegría distinta a ser tu esclava. Yo soy tuya, tuya, tuya:
Tu maldición.
Tu Cordelia.
Juan:
¿No queda ninguna esperanza? ¿Ya no se volverá a despertar tu amor? Sé muy bien que me amaste, aunque no sé qué me da esa certeza. ¡Esperaré, aunque el tiempo me resulte muy largo; esperaré; esperaré hasta que te canses de amar a otras mujeres; y, cuando tu amor por mí surja de la tumba, yo volveré a amarte como siempre, como antes, Juan, como antes!
¿Va contra mí esta despiadada frialdad? ¿Es esta tu auténtica naturaleza? ¿Fueron tu amor y tu rico corazón sólo mentira y falsedad? ¡Vuelve a ser tu! Aguanta mi amor y perdóname si aún sigo amándote. ¡Ya sé que mi amor es un peso para ti, pero llegará el momento en que volverás a tu Cordelia! ¡Escucha estas palabras suplicantes! Tu Cordelia, tu Cordelia.
Tu Cordelia.
El amor como entrega absoluta de la que es capaz una mujer, ha sido tema princeps en infinidad de novelas románticas... Ese despliegue femenino de sufrimientos y encantos volcados a un amor perdido, fascina y cautiva al publico ávido de consumir y captar en su esencia los secretos del amor. La transformación que sufre en su ser aquella mujer que ama, en el sentido con que Emma Bovary amó a Rodolphe, o en el sentido que Cordelia ama a Juan, produce en el lector un sentimiento de extrañeza e incomprensión. Sobre todo si el que lee no es alguien que haya experimentado en cuerpo y alma los misterios de la sexualidad femenina.
No vayan a creer ustedes que estas cosas solo suceden en las novelas, seductores los hay muchos y de todos los estilos. Los vemos a diario en cada situación de la vida. Están aquellos que seducen sin proponérselo, los que lo hacen por placer de ser mirados, están los que buscan acceder al encuentro carnal para luego contabilizar su conquista bajo la infatigable filosofía del Una más. No creo que ninguno de ellos se proponga como Juan esa transformación en sus seducidas, mas bien, se les torna un efecto indeseado que es preferible evitar.
La culpa hace su aparición de la manera más insólita y al mismo tiempo tan familiar para aquellas mujeres que aman demasiado: El seductor emprende la retirada con las tiernas palabras “Eres demasiado buena para mí... no quiero hacerte sufrir”. La joven quedará confundida un tiempo sin saber en qué se equivocó, qué fue lo que a él le sucedió, pero pronto comprenderá, si es que por algún motivo frecuenta el entorno del seductor, que éste ha venido jugando el mismo juego que aún hoy prosigue con otras y que ella no ha sido otra cosa que Una más en la larga serie de conquistas.
Una más, pero al mismo tiempo la más especial... eso seguramente la atrapará.
El fenómeno que estamos analizando resulta de lo más cotidiano, no busquemos en los extremos de esos amores literarios tan absolutos. Las seducidas que entregan su amor a caballeros tan afortunados, las encontramos por todos los rincones. Quizás aquella entrega que realizan no sea tan intensa como la de la joven Cordelia, quizás los seductores no sean tan patanes y habilidosos como Juan o Rodolphe, tal vez sólo busquen un encuentro sexual y no intenten más que eso. Quizás las sucesivas decepciones amorosas amortigüen los golpes repetidos, quizás solo se trata de protegerse y entregar menos vez a vez. Lo cierto es que la escena se repite hasta el hartazgo, los seductores varían, pero el resultado es el mismo. La supuesta amada es abandonada.
La otra cara de esta historia resulta de dar vuelta la escena. Aquella misma jovencita victima de su amor por el seductor, puede tornarse para otro hombre el más puro e inalcanzable objeto de amor. Ese hombre capaz de enamorarse verdaderamente con todo lo que ello implica. Se trata de aquel hombre que se vuelve victima de un terrible empobrecimiento de su ser, nada tiene para ofrecer mas que su amor por la bella joven. Ella se vuelve perfecta, es el alfa y omega de su enamorada existencia. El mundo parece grandioso y colorido cuando ella se acerca. Sus piernas tiemblan, transpiran sus manos, toda palabra tropieza en su boca entorpecida, su ser entero se turba ante la presencia de ese amor.
No desea otra cosa que estar con ella, poseerla carnalmente se le vuelve una ofensa, por su cabeza no osa cruzarse tamaño sacrilegio. Su amor es algo limpio y cristalino. Su esperanza pasa por que ella sienta lo mismo... Presta toda su atención a los posibles signos de amor que ella pudiera dejar translucir... pero no sucede.
La joven amada siquiera considera una opción al hombre enamorado, todo su amor lo dirige hacia otro lado, cuando no, está depositado en ella misma. Disfruta silenciosamente el ser amada, a condición de no pasar por la penosa situación de tener que rechazar al pobre enamorado. Brindará su amistad despreocupadamente al punto de poder encontrar, en tan desdichado amigo, la más fiel oreja a sus propias penas de amor...
¿El único que no sufre en esta novela es el seductor? No lo creo, pienso sinceramente que el seductor y el hombre enamorado son posiciones que podrían ser ocupados por la misma persona en diferentes situaciones. Lo que sí creo, es que para estos amores totales, no hay otra salida que aquella entretenida discordancia entre los sexos... el hombre enamorado no será correspondido a menos que ocupe el lugar de seductor y, si tal cosa sucede, la no correspondida será irremediablemente la mujer que se entregó al amor.
¡Alguna manera de superar el desdichado destino de quedar atrapado en tan siniestro triángulo tiene que haber! No es posible que el amor persiga siempre el objeto equivocado... ¡No es posible que el encuentro sea siempre fallido! ¿Acaso no existen parejas felices? No digo parejas consumadas. Es sabido que Charles amaba con locura a Emma y pese al aburrimiento de ella nunca dejó de amarla. En ese sentido, la pareja sin tener en cuenta las infidelidades de Emma, se sostuvo hasta que la muerte los separó. No estoy hablando de eso, el amor allí no tiene el valor de lo que estamos buscando... Ella estaba frustrada, su amor estaba en otro lado, en cualquier otro lado menos allí.
Tampoco es válido al revés, esos amores donde la mujer se entrega por completo al marido y a su hogar, se sacrifica en vida por un hombre que la considera un mueble más de la casa. Un hombre que la reconoce quizás como una buena compañera pero no se cansa de engañarla y satisface sus deseos carnales con una o varias amantes. Esto, sucede en el mejor de los casos, pues, la escena es compatible también con el más cruel de los maltratos físicos y verbales hacia su entregada esposa quien no deja de justificarlo y perdonarle silenciosamente cada una de sus afrentas.
Entre ambos extremos, existe toda una gama de variantes que poco sentido tendría traer aquí. La pareja que me interesa es esa otra, esa que de los modelos arriba mencionados apenas tiene unos leves rasgos. Esa pareja que se muestra dichosa, feliz de tenerse el uno al otro. Donde ella parece amarlo a él, y él también a ella.
¿Acaso no existen las parejas que se aman? El sentido común dice que sí, no todo es desencuentro en la vida amorosa de los sexos, sin embargo, hay algunos puntos oscuros que no consigo comprender ni mucho menos explicarlo aquí acerca de este asunto... Supongo que no debo ser el único perdido en todo esto, de modo que se me ocurre que muchos lectores encontraran interesante el camino que elijo para intentar acercarme a una respuesta medianamente satisfactoria.
“El amor es una hipótesis inconclusa... (los humanos) tienen una vaga idea, pero sigue difusa...” Decía Arjona en una canción personificada por un ser de otra galaxia que nos observaba. ¿Qué será eso que llamamos Amor? ¿Con qué idea de amor nos manejamos los mortales? ¿Qué tendrá que ver nuestra estructura con la idea de amor?
Se me ocurre que no debe ser lo mismo pensar al amor en relación a una psicosis que a una neurosis, supongo también que en la perversión la cosa cambia y mucho. Incluso se me antojan variantes interesantes entre la posición respecto al amor que adopta la histeria, la fobia y la obsesión. Veamos a donde nos conduce todo esto:
El amor en la neurosis es aquel con el que nos encontramos mas habituados, se trata de un sujeto que se lanza a la búsqueda de su objeto de amor sin hallar del todo aquello que busca. La clave está en ese TODO que busca el neurótico, el amor que busca es aquel que lo completará, aquel que le dará eso que le falta, su otra mitad... la media naranja. Mas el amor que completa es sabido que es un ideal, no hay completud posible, no hay manera de colmar eso que falta... el amor no puede ser la completud, debe por fuerza ser otra cosa.
La completud es la búsqueda del neurótico que se enlaza con el amor. Es la búsqueda del hombre enamorado en su ideal, aquel que ve en su amada a ese ser perfecto que jamás podrá tocar... y créanme que no hay manera, pues si la toca, se pierde el ideal... se pierde la amada como mujer toda capaz de completarlo. Solo puede el enamorado preservar la idea de completud en el amor manteniendo su condición de enamorado, esto es, no acceder al objeto de amor. Esta es la posición típica del neurótico obsesivo, la relación con el objeto de amor, si el deseo entra allí en juego, se le torna imposible. Relación siempre postergada y recubierta de complejos ideales. El obsesivo encontrará la manera de relacionarse con su partenaire vía la degradación del amor al deseo. El objeto ya no será amable sino deseado con las pasiones más mundanas. Y la división entre objetos de amor (idealizados) y objetos de deseo estará a la orden del día.
El amor en la histeria es un tema que me resulta realmente muy complejo, la histeria puede adoptar posiciones extremas, ora puede ser la joven victima de una gran seducción, ora la seductora caprichosa que enloquece a su partenaire sin mostrar siquiera un atisbo del lugar por donde asoma su deseo. La posición histérica pasa fundamentalmente por la insatisfacción respecto de su deseo y por que no, también del amor. El aburrimiento de Emma Bovary en relación a Charles así como la búsqueda incesante de hombres capaces de colmarla en su vacío neurótico, nos enseñan algo respecto de la posición histérica. La histérica encontrará en la figura del hombre seductor el ideal objeto de amor. El seductor la mantendrá siempre insatisfecha respetando con soberbia su posición neurótica, nunca le entregará por completo su amor, esto es algo que sin duda las histéricas demandan y que los pícaros seductores saben que no podrán ceder. ¡Qué mejor para mantener el amor pasional de una histérica que dejarla con las ganas!
El amor en la fobia lo veo del lado de la inhibición y la timidez, más que una forma particular de relación con el objeto de amor lo pienso como un obstáculo a dicha relación. Como una posición que es afín con cualquiera de las posiciones arriba mencionadas... incluso la psicosis. La posición fóbica la entiendo como un temor exagerado al posible encuentro con el objeto, como un estar prevenido y protegido del amor... pero tendiendo hacia él.
Algo tiene el amor que es tan buscado, algo tiene el amor y no es precisamente la completud que creemos que produce, al contrario el amor no completa, mas bien creería sucede lo contrario... el amor es el encuentro con lo real de la falta.
El amor en la psicosis es un fenómeno aún más complejo que el de la histeria, un chispazo de amor en la adolescencia muchas veces alcanza para desencadenar un brote. Como si algo de la estructura psicótica se conmoviera desestabilizando al sujeto que se encuentra con el cimbronazo que el amor produce. La idea del amor como metáfora capaz de desencadenar un brote psicótico no es mía, es el Dr. Lacan quien la trabaja ampliamente en el Seminario N 8 sobre la transferencia. En otro lugar retomaré este punto comentando el escrito de Freud sobre los celos, la paranoia y la homosexualidad.
La posición con respecto al amor que adopta el perverso, es una posición que fascina al neurótico, el perverso sabe hacer algo con el amor, no participa del todo de sus misterios, no estoy en condiciones de afirmar si se trata de un sujeto capaz de ser atravesado por el amor, pero si podría decir que conoce el anhelo neurótico de completud en su entrecruzamiento con el amor y aprovecha ese conocimiento.
El perverso sabe y desconoce al mismo tiempo la trampa que encierra el Amor todo. No quiere saber de eso, reniega de dicho saber, hace como si la completud fuese posible. El perverso por estructura puede ser un gran seductor (ojo, el personaje del hombre seductor no necesariamente es un perverso), sabe vender la ilusión que cualquier histeria compraría con desesperación. Solo que el goce del perverso no está en vender ilusiones... nada de eso, pasa por quebrar la barrera de pudor que hay en su partenaire, el perverso alimenta su goce en el quiebre de su victima... Está en un más allá del amor.
Si el amor como búsqueda de la completud lo ubicamos como el quid de la posición neurótica en sus diversas variantes... Si el desencuentro en la vida amorosa de los sexos lo pensamos en relación a las neurosis que acompañan a cada sujeto. ¿Habrá alguna manera de ir más allá de la propia neurosis? ¿Existe algún tipo de encuentro posible? Tal vez, habría que pensar el amor mas por el lado de lo que se descompleta allí que por su inversa...
Hasta acá estoy en condiciones de llegar hoy, no es mucho lo que avanzamos, pero estoy seguro que hemos encontrado varios hilos que si tiramos de ellos nos llevaran vez a vez un poco mas lejos. No es bueno querer beberse el mar de un sorbo... ¿Quién lo decía? Bueno, no importa... Gracias por estar ahí!
MAYO DE 2006
El amor... ¡qué cosa el amor!... Dicen los que saben, que un poquito de celos en la relación de pareja, se asemeja al condimento que da sabor a las comidas. Si falta, el alimento se vuelve insípido, pero si se echa en demasía es capaz de arruinar por completo aquel plato que se preparó con tanto esmero.
Imaginen si se pudiera ser Chef del amor, maestro de cocineros, y preparar a nuestros comensales los platos más exquisitos... Si les interesa la carrera, tendrán que abrir bien sus oídos los que oyen y afinar su entendimiento los que leen para seguirme en lo que voy a decirles... No me tomen en serio, es broma... En materia de amor, todos somos simples aprendices.
¿Qué es eso que llamamos celos? ¿De donde vienen? ¿Cuál es su razón de ser? Dice Freud: “Los celos se cuentan entre los estados afectivos, como el duelo, qué es lícito llamar normales. Toda vez que parecen faltar en el carácter y la conducta de un hombre, está justificado concluir que han sufrido una fuerte represión y por eso cumplen un papel tanto mayor dentro de la vida anímica del inconsciente...” O sea, los celos son para Freud estados afectivos universales se manifiesten concientemente o no. Ahora bien, existen según el creador del psicoanálisis, tres estratificaciones o niveles de celos. Los celos de competencia o normales, los proyectados y los delirantes.
Quiero que lean con atención la siguiente genialidad:
“Sobre los celos normales hay poco que decir desde el punto de vista analítico. Se echa ver fácilmente que en lo esencial están compuestos por...
1. ... el duelo, el dolor por el objeto de amor que se cree perdido...
2. ...y por la afrenta narcisista, en la medida que ésta puede distinguirse de las otras; además...
3. ...por sentimientos de hostilidad hacia los rivales que han sido preferidos...
4. ... y por un monto mayor o menor de autocrítica, qué quiere hacer responsable al yo propio por la perdida de amor...”
“Estos celos, por mas que los llamemos normales, en modo alguno son acordes a la ratio, vale decir, nacidos de relaciones actuales, proporcionados a las circunstancias efectivas y dominados sin residuo por el yo conciente; En efecto, arraigan en lo más profundo del inconsciente, retoman las más tempranas mociones de la afectividad infantil y brotan del complejo de Edipo o del complejo de los hermanos del primer período sexual. Como quiera que fuese, es digno de notarse que en muchas personas son vivenciados bisexualmente, esto es: en el hombre, además del dolor por la mujer amada y el odio hacia los rivales masculinos, adquiere eficacia de refuerzo también un duelo por el hombre al que se ama inconscientemente y un odio a la mujer como rival frente a aquel”
Los celos podría decirse, cumplen la función de alertarnos de que no es posible poseer del todo el objeto amado. Irrumpen de la peor manera cuando el amante pretende acaparar el objeto para sí. Cuando el amante posesivo toma su objeto sin ningún margen para el deseo. Cuando no está dispuesto a perder... cuando creer tener... Allí, los celos vienen en ayuda de la conservación del deseo... Sacuden al sujeto mostrándole su propia falta y, en el mejor de los casos, renuevan la relación amorosa restaurando en parte el deseo que la posesión ahoga.
Qué papel juega el Complejo de Edipo en cada sujeto para decir que los celos que siente tal o cual amante son normales es algo que solo podría decirlo el análisis de cada quien. Solo podríamos pensar que el sujeto en cuestión deberá haber atravesado el Edipo y la angustia de castración como Freud manda para que algo de la función restauradora del deseo en los celos surta efecto.
Para el sujeto celoso, o sea, para aquel que sufre sus propios celos, así como también para la compañera que se queda a su lado a padecerlos, me atrevería a decir que algo en el Complejo de Edipo de ellos no ha podido aportarles las herramientas necesarias para poder hacer con la propia falta. Ustedes se preguntarán a quienes sí le a dado tales herramientas... A ver... hacer algo con la falta, la propia y la del Otro que no sea renegar de ella ni rechazarla radicalmente ya es bastante. Pero quiero decir, dentro de los sujetos neuróticos, debe por fuerza de haber diferentes maneras de atravesar el Edipo que lleven a los variados sujetos a situarse de distinta manera en relación al encuentro con la falta.
Cuando los celos son, como los llamo Freud, de competencia o normales, podemos agregar que no solo cobran su fuerza de las más tempranas mociones infantiles Edípicas de la manera más tradicional que tenemos de entenderlas. Sino también que pueden adquirir toda su fuerza de mociones inconscientes de tipo homosexual... El objeto de amor es el hombre con quien celamos a nuestra pareja y la rival es ella misma. ¡Que Agallas las de Freud para afirmar una cosa así!
Siguiendo con la línea del trabajo anterior, he buscado para ustedes la letra de un viejo tema musical que ayudará ilustrar y por que no, echar alguna luz sobre esta escandalosa idea Freudiana de la participación de mociones homosexuales en los celos de tipo normal.
Presten atención a la letra de esta canción de José Luis Perales y díganme después si los celos de este buen hombre no eran bien Freudianos
 
 
¿Y cómo es él?
 
Mirándote a los ojos juraría
que tienes algo nuevo que contarme
empieza ya mujer, no tengas miedo
quizás para mañana sea tarde
quizás para mañana sea tarde.
 
Y cómo es él
en qué lugar se enamoró de ti
de dónde es
a qué dedica el tiempo libre
pregúntale
por qué ha robado un trozo de mi vida
es un ladrón.......       .....que me ha robado todo.
 
Y cómo es él
en qué lugar se enamoró de ti
de dónde es
a qué dedica el tiempo libre
pregúntale
por qué ha robado un trozo de mi vida
es un ladrón.......       .....que me ha robado todo.
 
 
Arréglate mujer, se te hace tarde
y llévate el paraguas por si llueve
el te estará esperando para amarte
y yo estaré celoso de perderte.
Y abrígate
te sienta bien ese vestido gris
sonríete
que no sospeche que has llorado
y déjame
que vaya preparando mi equipaje
perdóname,        si te hago otra pregunta.
Y cómo es él
en qué  lugar se enamoró de ti
de dónde es
a qué dedica el tiempo libre
pregúntale
por qué ha robado un trozo de mi vida
es un ladrón....... .....que me ha robado todo.
Y cómo es él
en qué lugar se enamoró de ti
de dónde es
a qué dedica el tiempo libre
pregúntale
por qué ha robado un trozo de mi vida
es un ladrón....... .....que me ha robado todo.
 
 
 
               Fíjense que además del dolor por la perdida del objeto amado, lo más enigmático de la canción es el 
interés que demuestra por el supuesto rival...  No hay reproches hacia su pareja, más bien parece alentar  que su 
mujer se vaya con otro.  Arréglate mujer... te sienta bien ese vestido, sonríete...  que no sospeche que has llorado...
  Todo va dirigido a él.  Lo único que dirige a ella, pidiéndole perdón aclarémoslo, es la pregunta por él.  
¿Y cómo es él?  Puede ser aceptable...  de dónde es...  podría ser curiosidad pero... a qué dedica el tiempo libre... 
 ¿no será demasiado?  En qué lugar se enamoró de ti...  así voy yo también...  faltó decir.
               El interés por el rival que hace sentirnos celosos no es patrimonio 
exclusivo del hombre, hace estragos en la histeria la pregunta por la Otra, la 
corriente ginecofílica que Freud a pie de página del historial de Dora confesó 
haber omitido analizar, no es otra cosa que ese interés por la rival que no es 
tan rival.   
Pareciera que, cuando se trata de cuestiones de amor, en la relación de pareja siempre hay mas de dos. La función del tercero que despierta los celos (insito, normales) y convoca quien sabe cuantas otras cosas, se haya presente y opera en forma actual en todos nosotros. Si pensamos el complejo de Edipo, veremos que el tercero excluido allí, en el mejor de los casos, es el niño. El rival, poseedor del objeto anhelado, se tornará un modelo a seguir... modelo de identificaciones, poseedor también del secreto que encierra la pregunta por la sexualidad... Ese rival, ese que creemos posee aquello de lo que carecemos, nos ha robado nuestro primer objeto de amor... Ya tuvimos que renunciar a él, ya aceptamos contentarnos con unos subrogados... ¿Ahora qué son estos celos nuevos que alcanzan también a los subrogados? No nos queda otro camino que admitir que el rival también es un subrogado...
Aquella corriente homosexual inconsciente que ubica Freud en los celos normales, pone en el centro de la cuestión la figura del rival... No podemos pensar el amor sin incluir de alguna manera el vértice del triangulo que opera en toda relación de pareja. La Otra, y por que no, El Otro, darán al amor el condimento necesario para que este gran banquete del que todos participamos no deje de convocarnos a sentarnos y retomar el inagotable tema del Amor y otras yerbas...
Una cosa más, lo que Freud continúa diciendo acerca de los celos en el comentado artículo, cuando desarrolla el tema de los celos de tipo proyectados es realmente interesante, no pude poner ni sacar un solo punto de lo que allí está escrito, los remito directamente al autor... lo que sí podría pensarse es cuando toma el caso de los celos de tipo delirantes. Allí, la corriente homosexual opera de otra manera... introducirnos en la temática de la paranoia y pensar desde allí los celos, la homosexualidad y la mirada del “rival” serán tal vez, y digo solo tal vez, tema del próximo trabajo. Por Hoy, lo dejamos acá.
JUNIO DE 2006
FREUD. S. Psicología de las masas y análisis del yo. VIII Enamoramiento e Hipnosis. Pag. 105. Obras Completas. Amorrortu Editores. Tomo XVIII.
Cosentino, Leonardo. Del Amor y Otras Yerbas. Monografías.com. Mayo de 2005.
2. Ver Apéndice sobre comentarios al final del trabajo. Me Refiero al Sr. Carlos Shapoval
Freud, S. Sobre algunos Mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad. 1922. Obras Completas. Amorrortu Ediciones. Pág. 217.

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